La Biblio del Sanfra llega hasta tu casa, una forma de estar más cerca y así poder compartir nuestras preferencias. Aquí encontrarás textos y recursos, links de interés y novedades literarias que podrás leer en línea. ¡¡¡¡Aprovechemos este tiempo para leer por leer!!!!
jueves, 28 de mayo de 2020
miércoles, 27 de mayo de 2020
Dejá volar tu imaginación
Te proponemos jugar con tu imaginación...sabés que ella te puede llevar a cualquier lugar? Probemos...acá hay algunas preguntas para que la sueltes y dejes volar.... por qué no le hacés estas preguntas también a tu familia y jugamos juntos? ...eso si...cuidado de no chocar con la imaginación de los otros que andan volando por ahí.
Jugamos con adivinanzas? una sonrisa para el primero en adivinar!!!
Jugamos con adivinanzas?
Hacé jugar a todos ahí en tu casa.
Podés preparar premio para los que adivinen..puede ser una sonrisa...un corazón de papel..un bello dibujo...un caramelo? un chocolate o una galletita?.
¡¡¡¡Empecemos!!!!!
Colibrí y Aguará Guazú hoy cocinan "Arroz con leche"
Arroz con leche , me quiero casar …
Con una señorita de San Nicolás.....
Hoy no sólo la cantamos…
Querés que cocinemos
ARROZ CON LECHE?
Es muy fácil y muy rico!!!
Los ingredientes que necesitarás son:
100 gr de arroz |
1 lt de leche |
100 gr. de azúcar |
1 cucharadita de escencia de vainilia
|
Con estos cuatro ingredientes haremos nuestro Arroz con leche...Manos a la masa...bueno...manos al Arroz!!!
Estás listo? primero nos lavamos super bien las manos...y recordá que como estamos en la cocina mamá, papá o algún adulto nos deberá acompañar a realizar esta receta.
Primero hervir la leche con la vainilia y añadir el arroz bien lavado.
Cocinar aproximadamente quince minutos, agregar entonces el azúcar y cocinar dos o tres minutos más.
Retirar y servir tibio o frío. Si se desea espolvorear con canela.
Puede servirse también frío mezclado con crema chantilly, colocado en pequeños bols y con una guarnición de lo que más te guste: chispitas de chocolate o cereal...a algunos les gusta con pasas de uva...probá...te va a encantar y a toda tu familia también!!!!
Buen provecho....Glup!!!!
lunes, 25 de mayo de 2020
Amo tu historia.
Amo tu historia , Patria,
historia de verdes pampas
donde ojos asombrados
vieron descender de naves
al desconocido errante;
lugar y momento clave.
Abrazo tu historia, Patria,
de miradas confiadas
de brazos y manos listas
a saciar el hambre de estos
que vinieron con traiciones
a servirse de tus dones.
Qué había antes de ese día?
una Madre Tierra fértil,
así como tus mujeres
pariendo vida en colores,
vidas, frutos y maíces
enlazando sus raíces.
Cuánto había antes, Patria,
de ese día sin pasado?
Hombres, nidos, aves, ríos,
dioses, amores y odios,
manos firmes, pies descalzos,
haciéndote suya a su paso.
Y aquel día sin pasado
fundiéndose sus miradas
y con ellas sus historias,
sus pesares, sus memorias,
ese instante, ese punto,
esos pasos de ambos lados...
los unos de bienvenida,
los otros de desamparo.
Yo te amo, Patria noble,
la que recibe y confía
qué por ser así de simple,
no te faltó valentía,
para decirle basta a quienes
con total irreverencia,
quisieron ser los dueños
de toda tu descendencia,
de tus frutos, de tus aguas,
de tus hijos, de tus cielos...
Basta les dijiste un día
Basta, les seguís diciendo.
Silvina Magnino. ( Seño de Nivel Inicial de la ciudad de Cañada de Gómez)
viernes, 22 de mayo de 2020
Aroma a libertad
Queremos un país libre
para crecer en libertad,
donde los sueños de la gente
puedan hacerse realidad.
Si desaparece la injusticia,
seguro volverá la paz
y en este país bendito,
lograremos LIBERTAD!!
Digamos ¡Chau! a la violencia
digamos ¡Chau! a la maldad
digamos ¡Hola! a la justicia,
digamos ¡LIBERTAD!
Para decir lo que pensamos,
para respetar y elegir,
para convivir sin molestarnos
para soñar y ser feliz.
Abramos las ventanas
y comencemos a respirar,
que ya están soplando los vientos
con aroma a LIBERTAD.
Somos como los pájaros,
salgamos a experimentar
la aventura incomparable
de vivir en LIBERTAD.
22 de Mayo de 1810: Camino a la Revolución de Mayo
Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810
El 22 de mayo de 1810, presionado por los criollos liderados por Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano, y sin contar con el apoyo de las milicias, el virrey Cisneros convocó la reunión de un Cabildo Abierto.
El objetivo de la reunión era tomar una decisión sobre la continuidad en el cargo del Virrey, ante los sucesos acontecidos en España, ya que el Rey, Fernando VII, estaba prisionero de los franceses y por lo tanto, Cisneros no tenía referente en la toma de sus decisiones, ya que él ejecutaba las órdenes provenientes de la Metrópoli, cuyo mando estaba acéfalo.
El derecho español, preveía como legítima la reunión de un Cabildo Abierto, ya que estaba establecido que cuando se producía la vacancia del trono, la soberanía volvía al Cabildo, organismo que representaba al pueblo.
En el Cabildo Abierto se reunían los vecinos, que debían cumplir una serie de requisitos para ser considerados tales. Se debía tener casa poblada, armas y caballo y su residencia debía datar de una serie de años, sin ausencias, ya que en tal caso se debía dejar a algún hombre con condiciones similares en su reemplazo, debiendo cada vecino contribuir a la defensa de la ciudad. Como beneficios contaban con franquicias y permisos comerciales y del sistema de encomiendas, pudiendo desempeñar cargos en el Cabildo, previa petición y aprobación que se hacía constar en un libro.
A la sesión concurrieron 56 militares, 4 marinos, 18 alcaldes de barrio, 24 clérigos, 20 abogados, 4 escribanos, 4 médicos, 2 miembros de la audiencia, 2 miembros del Consulado, 13 funcionarios, 46 comerciantes, 18 vecinos y 15 personas sin calificación. Totalizaron 251 concurrentes, a pesar de que se proyectaron 600 invitaciones, que se vieron reducidas por vía de selección a 450, y por presión de los criollos, muchos concurrentes se vieron imposibilitados de acceder a la Plaza.
Tras la apertura del debate por el escribano, Justo Núñez, el primer expositor fue el obispo Lué, quien en su discurso se manifestó por la continuidad de la dominación española en América, confiriéndole esa potestad a cualquier español libre de la dominación francesa.
El abogado Juan José Castelli se pronunció por la soberanía del pueblo de Buenos Aires quien la había adquirido, por la disolución de la Junta Central, que tenía poderes indelegables, por lo tanto no eran legítimos los atribuidos al Consejo de Regencia.
El fiscal Villota basó su argumentación de defensa del poder español, en que Buenos Aires no podía por sí sola atribuirse la representación de toda la América española (opinión que ya había vertido Cisneros en su pronunciamiento). Además, rescató la legitimidad del Consejo de Regencia, al haber sido reconocido por los pueblos.
El abogado Juan José Paso, reconoció que Buenos Aires no podía decidir por sí sola, pero se subsanaría ese defecto necesario, ya que la decisión de la cuestión era urgente, estableciendo un gobierno provisorio que luego, se transformaría en definitivo, cuando pudiera hacerse la consulta general.
Ruiz Huidobro, militar, apoyó la destitución del virrey al haber cesado en su cargo Fernando VII, en cuya representación gobernaba.
La votación se realizó en forma pública. Por la destitución del virrey se expresaron 162 votos y 64 por su continuidad, cuyo recuento por lo avanzado de la hora se realizó el 23 de mayo. La fórmula más votada fue la de entregar el mando al Cabildo de la capital, quien establecería el modo de designación de una Junta, posición que coincidía con la opinión de Cornelio Saavedra.
Luis Pescetti en Escuchate un cuento nos cuenta uno de los suyos...: "Mi nombre es Juan, soy muy valiente"
Para seguir aprendiendo a escribir...Luis María Pescetti nos enseña alguno de sus trucos....
Querés aprender a escribir?...Paso 10
ESCRIBE LO PEOR POSIBLE
Escribe un cuento corto de una página de alguna forma en la que consideres que estaría mal escrito. Es decir, lo peor posible: sin signos de puntuación o con los signos mal puestos, con faltas de ortografía, conjugando mal los verbos… ¡libérate de las reglas! ¿Qué tipo de historia salió? ¿Se entiende algo o más bien te provoca una sensación divertida y ya?
Puedes hacer otro ejercicio con fallas más moderadas para que sí se entienda bien el cuento que quieres contar. Luego se lo das a tus papás, les dices que acabas de escribir la obra de tu vida y les agradeces por invertir en tu educación. 😉
¿Y QUÉ TAL SI…?
Una variante es que lo escribas mal pero disimuladamente y luego se lo des a un compañero para que lo lea y le pidas que te lo corrija. Será divertido notar los errores pero… ¿se dio cuenta de todos? ¿Encontró algunos que tú no creías que fueran un error? Compara tu escrito mal escrito con uno bien escrito, ¿cuál te gusta más?
TE RECOMENDAMOS…
Tu vida en un libro
Si te parece que la vida es absolutamente extraordinaria o justo si crees lo contrario y andas medio aburrido, te va a encantar este libro-diario-bitácora de vida. En él registrarás pasado, presente y futuro: ¿te acuerdas quién fue tu primer amigo? ¿cuándo fue la última vez que te dio un ataque de risa?, ¡diseña tu propio blog!, haz el menú del restaurante de tus sueños, califica a tus maestros, crea un playlist para tu próxima fiesta y marca en el mapa todos los países que quieras visitar algún día. Una ventaja de este libro es que lo puedes abrir en la página que sea y cada vez que quieras y siempre te levantará el ánimo. Si eres fan de Destroza este diario o Cómo ser un explorador del mundo de Keri Smith ...seguro también te enganchas con este. Mañana lo podrás ver... te esperamos
jueves, 21 de mayo de 2020
Querés aprender a escribir?...Paso 9
COMO SI TU VIDA DEPENDIERA DE ELLO
Durante una hora o dos o tres ¡o todo el día!: escribe como si tu vida dependiera de ello, casi como si fuera respirar. Define intervalos y duración: Escribir algo cada 30 segundos durante 10 minutos. Escribir algo cada dos minutos durante 30 minutos. Escribir cada media hora durante 5 horas (estés en donde estés). Escribir cada media hora en las próximas 24 horas… mientras estés despierto.
Algunas variantes pueden ser: escribir sin parar durante un minuto, dos, tres, 10, ¿cuánto tiempo aguantas? Escribir una historia o escribir espontáneamente todo lo que se te venga a la mente una combinación de ambas.
Entonces: escribir cada vez que puedas y en todos los lugares que se te ocurran (en tus cuadernos, en tu brazo, en un boleto, en el cartón de alguna caja, en el periódico…). ¿Sobrevivirás? Respeta las reglas que establezcas para que sea divertido y realmente sientas un poco de presión al estilo misión imposible.
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿Sólo mientras estés despierto? También respiras durante la noche: ¿y si pones el despertador y escribes en intervalos de tiempo en la madrugada? Intenta no despertar a nadie… a menos que te interese registrar sus reacciones.
miércoles, 20 de mayo de 2020
En nuestro estante...Ciencia y Ficción
Hoy ponemos en nuestro estante este libro para que te sumerjas en el mundo de los cuentos de Ciencia Ficción desde varias miradas.
La literatura, del mismo modo que la ciencia, anida en una pregunta, echa raíces y crece desde allí. Una obra, un cuento, una teoría, una hipótesis, son el producto del esfuerzo –a veces, obsesión de años– que se empeña en obtener una respuesta. Los cuentos que integran esta antología son invitaciones a explorar, desde la ficción, el íntimo vínculo que enlaza ciencia y vida cotidiana, ámbitos que a menudo parecen distantes pero que dialogan permanentemente. Estos relatos planean en torno a cuestiones científicas –teorías, tipos de lenguajes, invenciones, fenómenos de la química, las matemáticas, la física– pero se anclan, todos, en la avidez del conocimiento, la curiosidad y la plasticidad del pensamiento humano.
En este link lo podrás leer en línea o descargar...
Ciencia y Ficción....Narrativas
En este link lo podrás leer en línea o descargar...
Ciencia y Ficción....Narrativas
Te gustaría escribir?....Paso 8
CON UNA Y CON OTRO
Si eres diestro, escribe una historia de una página con la mano izquierda. Si eres zurdo, escríbela con la derecha. ¿Consigues concentrarte lo suficiente como para escribir?
Y ahora lee un cuento completo o una poesía con un solo ojo. Cada vez que te dispongas a leer, ponte un parche en uno de los dos ojos y lee con el otro. El ejercicio busca hacer evidente cómo cambia la percepción de los vemos (y leemos) cuando las condiciones “normales” se alteran de alguna manera. ¿Logras concentrarte en la historia? ¿Qué pasa con tu atención? ¿Qué cosas nuevas notas?
¿Y QUÉ TAL SI…?
Escribís con música a todo volumen o escribís mientras te está retando tu papá (decile que estás tomando nota de sus observaciones) ¿O si escribís mientras le pedís a tu hermanito que te haga un masaje en los pies (se vale que te haga cosquillas de repente ¿escribirás algo gracioso?)?
En nuestro estante...."Crecer en poesía"
ME HAN DICHO QUE HAS DICHO UN DICHO
Hoy colocamos en nuestro estante un libro con poesías. Sabías que la poesía es como hablar cantando?....probá leer uno a uno los versos...luego vuelve a intentarlo ...y encontrarás la música... Acá te dejamos el link de un libro que tiene hermosas y divertidas poesías....
ME HAN DICHO QUE HAS DICHO UN DICHO
martes, 19 de mayo de 2020
Te gustaría escribir? Paso 7
CUÉNTAME UNA FOTO
Escribe una historia de por lo menos dos páginas que narre con el mayor detalle posible una fotografía que tengas en el álbum familiar en tu casa. La intención es que por medio de la descripción, minuciosa y exhaustiva, logres que el lector se imagine la fotografía que estás describiendo. Puedes leerla a un compañero o a un grupo y que cada uno vaya dibujando lo que escucha. Al final muestra la foto y vean cuál se parece más. Este ejercicio nos recuerda como toda escritura es polisémica.
Las descripciones minuciosas o “retratos hablados”, se pueden aplicar en muchas situaciones: describir un lugar, una persona, una escena de acción, pero te recomendamos partir de imágenes “contenidas”, es decir, fotografías, pinturas, ilustraciones en libros, para enmarcar bien la descripción.
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿Y si ahora nos cuentas una selfie? Algo así como escribir un autorretrato?
lunes, 18 de mayo de 2020
Te gustaría escribir? Paso 6
ABECEDARIO DEL TERROR
Escribe una historia corta de terror donde cada oración empiece con una letra del alfabeto, en orden consecutivo, de la A a la Z.
Ejemplo: Ana abre la puerta de su casa. Bosteza antes de salir. Camina hacia la parada de colectivo, un poco nerviosa, pero sin detenerse. Debe llegar a tiempo, va a conseguirlo, tiene que conseguirlo si no quiere que la criatura…
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿La pesadilla de tu personaje no termina ahí? Continúa la historia y recorre el camino de terror de vuelta, ahora de la Z a la A.
domingo, 17 de mayo de 2020
Te gustaría escribir?... Paso 5
UN DÍA ESCRIBIRÉ UN LIBRO QUE LLAMADO…
Piensa en 5 títulos de libros que te gustaría escribir algún día, lo más atractivos posibles.
¿Qué podría intrigar a otros lectores? ¿Qué te intriga a ti? Puedes inventar el nombre de una historia de terror o un cuento de superhéroes o un poema sobre una flor encantada o una aventura submarina. O puede ser que inventes el nombre de una nueva saga de vampiros o una nueva novela de amor prohibido. También podrías pensar nombres de enciclopedias de cosas imposibles o diccionarios de seres fantásticos. Busca en la biblioteca más cercana (puede ser la de tu casa) títulos de libros para inspirarte.
Luego puedes escribir en un par de líneas de qué tratará. Este es un ejercicio que hacen muchos escritores profesionales.
Una variante divertida es cambiar el título de cinco libros que ya existan: La peor cebolla del mundo, Donde viven los piojos, Los juegos del parque… O elegir los títulos de 10 libros y combinarlos entre sí: El laberinto de la selva, Las ventajas de ser Frankenstein, El jardín secreto y las reliquias de la muerte, Moby Dick en el País de las Maravillas, El rey Arturo en la máquina del tiempo, El libro salvaje de Drácula… ¿Qué quieres provocar con tu título? ¿Miedo, curiosidad, risa? Y ¿qué se te ocurre para: Cien años de…, La vuelta al mundo en…, Charlie y la fábrica de…, Cuentos de amor, locura y…, El maravilloso mago de…, ?
Después de escribir estos títulos, ¿te imaginas nuevas historias? ¿Te gustaría intentar escribir alguna?
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿Y si haces un dibujo que ilustre cada uno de tus títulos? ¿La portada del libro con todo y contraportada? Tienes tiempo para ir escribiendo la historia que contenga… un día quizá la termines.
sábado, 16 de mayo de 2020
Te gustaría escribir?...Paso 4
LOS LIBROS DE TUS PAPÁS
Mira los libros que leen tus papás. Fíjate en la portada: ¿de qué crees que trata sólo con leer el título y ver la imagen? ¿Será una historia feliz o trágica? ¿En qué terminará? ¡No vale mirar la contraportada (todavía)!
Escribe en un pequeño párrafo una reseña del libro. Es decir: cuéntanos de qué (crees que) trata, quiénes son los protagonistas y qué quieren lograr, pero ¡¿qué se los impide?! ¿Qué tipo de historia es? ¿A qué tipo de papá o mamá podría gustarle? Después, ¡ahora sí!, lee la contraportada del libro y fíjate qué tanto te acercaste. Puedes preguntarte: ¿qué historia te gusta más: la que imaginaste tú o la del libro?
Puedes jugar con amigos. Gana el que se acerque más al argumento real del libro… O quizás… ¿el que se acerque menos y haya pensado en lo más disparatado? Pueden hacer varias rondas. Y también el ejercicio al inversa: ¡Invita a tus papás a imaginar las historias de tus libros!
¿Y QUÉ TAL SI…?
Si estás un poco “bloqueado”, se vale una sola cosa: leer el primer párrafo del libro… (si tus papás están distraídos y la historia está buena sigue un poco más). Puedes probar hacer lo mismo con los libros de tus hermanos mayores
viernes, 15 de mayo de 2020
En el día de la Familia un poema...
porque nos cuidamos,
porque estamos juntos
nada es complicado.
Porque con un beso,
con una mirada,
todo pasa a ser
un cuento de hadas.
Porque si estamos juntos,
entre todos formamos
este pequeño mundo
que 'familia' llamamos.
15 de Mayo-Hoy es el día de la Familia
Día Internacional de la Familia:
El Día Internacional de la Familia fue proclamada en 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. haciendo eco de la importancia que la comunidad internacional le otorga a la familia.
Este día es una ocasión propicia para promover la concientización y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad.
Esta conmemoración refleja la importancia que la comunidad internacional le confiere a la familia, como unidad básica de la sociedad, así como su preocupación por la situación de las familias en todo el planeta.
El Día Internacional de las Familias brinda la oportunidad de fomentar la toma de conciencia sobre cuestiones que afectan a la familia. También pretende promover la adopción de medidas adecuadas para ayudar a cada familia a asegurar el bienestar y la dignidad de todos sus miembros.
Este Día puede llegar a ser un poderoso factor de movilización en favor de la familia en todos los países. Hay que aprovechar esa ocasión para demostrar su apoyo de forma idónea.
Y sobre todo agradecer y honrar a la nuestra.
jueves, 14 de mayo de 2020
Hoy ponemos en nuestro estante "Cómo empezar a escribir historias"
Muchas personas llegan, en algún momento de sus vidas, al deseo de escribir literatura: a utilizar la escritura para manifestar sus pensamientos, reflexionar, contar historias, etcétera.
Si vos estás en esa situación, este libro puede servirte, pues trata del acto de contar por escrito: de crear narraciones –es decir, historias, como las de cuentos, relatos, novelas o minificciones– que luego puedan ser leídas y disfrutadas por otros.
La tarea tiene sus dificultades pero también sus grandes recompensas: las páginas que siguen pueden ser una guía para dar los primeros pasos por ese camino.
Si deseas ver o descargar este libro clickeá en la imágen o aquí Cómo empezar a escribir historias
Te gustaría escribir...seguimos escribiendo...Paso 2
Ayer fuimos observadores por un día ..hoy continuamos con la observación pero no hacia afuera sino hacia dentro de nosotros ....interesante no?
DENTRO DE MÍ HAY…
¡Un universo! Escribe una poesía o una prosa poética en la que narres el interior de tu cuerpo.
Entra por tu propia boca y describe qué ves.
Haz un recorrido por tus órganos, tus huesos, músculos, venas y todo lo que te conforma por dentro. Puedes inventar a un personaje que lo describe todo como si estuviera dando un tour: “Acompáñenme al interior del cuerpo de…” Puedes hablar en primera persona: “Resbalo por mi lengua y caigo en el pozo rojo de mi garganta…”. Puedes mezclar ciencia y poesía: lo que anatómicamente hay dentro de tu cuerpo pero también lo que hay anímicamente: tus ilusiones, tus deseos, tus miedos, tus tristezas… y hasta elementos ficticios. No tienes que ser exacto en nada, puedes inventar como prefieras ese interior e incluso afirmar que tienes dos corazones (pero dinos, ¿por qué?). Describe qué sensaciones experimentas, qué es lo que ves, qué sabes que hay dentro de ti o cómo te imaginas que luce tu interior, ¿te surgen preguntas? Escríbelas también.
Invita a otros a hacer esta práctica de escritura ¿Qué tan distinto es el interior de tu cuerpo del de los demás?
Te sugerimos que lo escribas con un registro poético. Si es poesía tendría que estar escrita en verso, es decir, a renglón cortado, aunque no necesariamente tienes que hacerlo en rima, puede ser en verso libre. El verso libre es una aproximación más moderna a la poesía. Las palabras no tienen que sonar parecido, pero sí debes encontrar algún ritmo, una música que a ti te suene bien, que sientas que fluye. O puedes escribirlo en prosa poética, es decir, a renglón seguido. Lo que lo hace poesía es la forma en que utilices las palabras, con metáforas, comparaciones, detalles que denoten tu asombro, el misterio, tus preguntas…
¿Y QUÉ TAL SI…?
Si sumas este ejercicio con el anterior, te puede dar la pauta para que empieces a escribir un DIARIO. Seguro has escuchado hablar de los diarios hace algunos días te lo contamos y te mostramos alguno como el de Ana Frank .
Invita a otros a hacer esta práctica de escritura ¿Qué tan distinto es el interior de tu cuerpo del de los demás?
Te sugerimos que lo escribas con un registro poético. Si es poesía tendría que estar escrita en verso, es decir, a renglón cortado, aunque no necesariamente tienes que hacerlo en rima, puede ser en verso libre. El verso libre es una aproximación más moderna a la poesía. Las palabras no tienen que sonar parecido, pero sí debes encontrar algún ritmo, una música que a ti te suene bien, que sientas que fluye. O puedes escribirlo en prosa poética, es decir, a renglón seguido. Lo que lo hace poesía es la forma en que utilices las palabras, con metáforas, comparaciones, detalles que denoten tu asombro, el misterio, tus preguntas…
¿Y QUÉ TAL SI…?
Si sumas este ejercicio con el anterior, te puede dar la pauta para que empieces a escribir un DIARIO. Seguro has escuchado hablar de los diarios hace algunos días te lo contamos y te mostramos alguno como el de Ana Frank .
En ellos hombres y mujeres desde hace siglos acostumbran escribir las cosas que les suceden cada día. Y así van escribiendo su propia historia. ¿Te imaginas que cuando tengas 25 años leas lo que escribiste cuando tenías 10 o cuando tengas 50 lo que escribiste cuando tenías 19? La memoria no puede retenerlo todo, la escritura mucho más.
Gracias "Linternas y Bosques"
Gracias "Linternas y Bosques"
miércoles, 13 de mayo de 2020
Te gustaría aprender a escribir...como Escritor digo...
Te gustaría aprender a escribir...como Escritor digo... como esos que escriben historias y sacan de sus cabezas las más desopilantes o atrpantes historias. Desde hoy y hasta la semana que viene te vamosa invitar a que juguemos APRENDIENDO a ser escritores...pero de verdad. Esta es la propuesta para hoy...
Observa lo que hay fuera y dentro de ti y escribe una historia de terror de la A a la Z,
Realiza este ejercicio a lo largo de un día completo. La idea es que escribas en un cuaderno textos cortos con todo lo que veas a tu alrededor y mientras alumbre el sol. Proponehute escribir por lo menos un texto cada hora.
Puedes hacer inventarios de lo que ves: listas de animales, plantas, sonidos, personas, cosas verdes, cosas redondas (incluida la panza de tu papá), cosas de las que no sabes el nombre; puedes hacer descripciones de todo lo que te parezca curioso, extraño y diferente; intenta dedicar algún momento a contemplar largamente una escena y vela describiendo como si fueras un retratista, ¡se lo más fiel posible!, luego prueba volver a describir la escena incorporando elementos fantásticos; también puedes hacer un registro de cómo cambia un mismo lugar a lo largo del día: desde la cocina de tu casa hasta el parque de enfrente, ¿cambia la luz y el color, los personajes, la gente que anda afuera?
¿Cuántos textos tienes al final del día? ¿Cuál es tu texto favorito? ¿Ese texto también fue tu momento favorito del día o sólo te gustó más cómo lo escribiste? ¿Hay algún momento que fue mejor en vivo que en tu texto? Léelos a alguien más, reléelos para ti, como si fuera el balance escrito de tu día. ¿Hay alguna historia ahí que te imaginas que podría continuar?
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿Te animas a hacer un observador profesional de la noche? ¿de tus sueños y pesadillas?
OBSERVADOR PROFESIONAL DEL DÍA
Realiza este ejercicio a lo largo de un día completo. La idea es que escribas en un cuaderno textos cortos con todo lo que veas a tu alrededor y mientras alumbre el sol. Proponehute escribir por lo menos un texto cada hora.
Puedes hacer inventarios de lo que ves: listas de animales, plantas, sonidos, personas, cosas verdes, cosas redondas (incluida la panza de tu papá), cosas de las que no sabes el nombre; puedes hacer descripciones de todo lo que te parezca curioso, extraño y diferente; intenta dedicar algún momento a contemplar largamente una escena y vela describiendo como si fueras un retratista, ¡se lo más fiel posible!, luego prueba volver a describir la escena incorporando elementos fantásticos; también puedes hacer un registro de cómo cambia un mismo lugar a lo largo del día: desde la cocina de tu casa hasta el parque de enfrente, ¿cambia la luz y el color, los personajes, la gente que anda afuera?
¿Cuántos textos tienes al final del día? ¿Cuál es tu texto favorito? ¿Ese texto también fue tu momento favorito del día o sólo te gustó más cómo lo escribiste? ¿Hay algún momento que fue mejor en vivo que en tu texto? Léelos a alguien más, reléelos para ti, como si fuera el balance escrito de tu día. ¿Hay alguna historia ahí que te imaginas que podría continuar?
¿Y QUÉ TAL SI…?
¿Te animas a hacer un observador profesional de la noche? ¿de tus sueños y pesadillas?
martes, 12 de mayo de 2020
Tacirupeca-Caperucita del derecho y del revés
Tacirupeca-Caperucita
(Beatriz Ferro)
(Al derecho
o al revés,
una niña
había una vez.)
Este es un cuento contado
completamente al revés.
al principio digo Fin
y al final, Había una vez.
¡Fin! Los buenos cazadores
salvan a Caperucita.
¡Ese lobo y su costumbre
de comerse a las visitas!
"¡Qué boca tan grande tienes!"
"Para comerte mejor…"
"¡Qué orejas exageradas!"
Esto va de mal en peor.
El lobo se ha disfrazado
con bata y cofia amarilla.
Caperucita hace un ramo
de flores de manzanilla.
A la abuelita le lleva
queso, dulce y pan francés.
Por los caminos del bosque
Una niña Había una vez…
En nuestro estante colocamos EL DIARIO DE ANA FRANK
Uno de los libros más leídos de la historia. “El diario de Ana Frank”, dejó constancia de los casi dos años y medio que pasó ocultándose, con su familia y cuatro personas más, de los nazis en Ámsterdam, durante la Segunda Guerra Mundial.
Hoy lo colocamos en nuestro estante los podrás leer o descargar en tu compu o celu a través del siguiente link de un sitio seguro....
Hoy lo colocamos en nuestro estante los podrás leer o descargar en tu compu o celu a través del siguiente link de un sitio seguro....
http://xn--ensearlapatagonia-ixb.com.ar/sitio/2016/08/21/el-diario-de-ana-frank-para-descargar-en-pdf/
Dos años después de terminar la guerra, su padre publicó este diario. Te invitamos a que lo leas...y aquí te dejamos una reseña.
Dos años después de terminar la guerra, su padre publicó este diario. Te invitamos a que lo leas...y aquí te dejamos una reseña.
¿Cómo escribimos un Diario?
Hace treinta años mi hermano mayor, que tenía diez años, estaba intentando escribir una redacción para la que nos habían dado tres meses de plazo y que había que entregar al día siguiente. Habíamos salido a nuestra cabaña de campo en Bolinas y él estaba sentados a la mesa de la cocina, al borde de las lágrimas, rodeado por papeles de cuaderno de anillas y lápices y libros sobre pájaros sin abrir, inmovilizado por la inmensidad de la empresa a acometer. Entonces mi padre se sentó a su lado, pasó el brazo por encima de su hombro y le dijo: “Pájaro a pájaro, coleguita. Hazlo pájaro a pájaro.
”Pájaro a pájaro", de Anne Lammot
¿Cómo podés empezar para escribir un diario?
Al principio necesitarás una estructura, programar el encuentro con el diario y tener una idea de lo que vas a escribir. Así que lo primero de todo es dedicar un tiempo a tomar decisiones básicas que te ayudarán a mantener el hábito:
¿En qué soporte vas a escribir?
¿En qué lugar de tu casa? ¿Vas a llevar el diario contigo?
¿Cuándo es el mejor momento del día? ¿Cuánto tiempo mínimo vas a dedicar para empezar? ¿Necesitas ponerte un tiempo máximo?
¿La privacidad es importante para tí? ¿Qué vas a hacer para protegerla?
Estas son algunas orientaciones:
Consigue un cuaderno con el que te sientas cómodo o cómoda y que no te importe estropear: que no sea uno de esos tan bonitos y tan caros en los que después no te atreves a escribir una línea.
Encuentra un momento para leer y escribir con tranquilidad, aunque sea 10 minutos cada día; puede ser nada más levantarte, mientras desayunas, en la pausa de la comida o justo antes de dormir. Lo importante es que sea un período de tiempo que puedas asociar a la escritura. No pasa nada si no escribes todos los días; pero sí es necesario que sepas que cuentas con ese espacio. Tiene que ser un momento en el que, si es posible, puedas escribir sin ningún tipo de interrupción.
Escribe sobre lo que quieras, no hace falta que haya un orden. Más que contar los hechos, se trata de escribir sobre lo que tengas en la cabeza en ese momento. Puedes empezar el cuaderno con las sensaciones del día que recuerdes, el poso que te dejan las cosas. También puedes tratar de recordar momentos agradables.
Si en algún momento no sabes qué escribir, empieza trasladando al papel tus dificultades. Por si acaso, un poco más adelante encontrarás pautas concretas.
lunes, 11 de mayo de 2020
Hoy ponemos en nuestro estante. "El hombre que plantaba árboles" de Jean Giono
Autor: Jean Giono
Tipo de texto: Narrativo
Para que un personaje manifieste sus más excepcionales cualidades, hay que tener la fortuna de poder observar su actuación a lo largo de muchos años. Si dicha actuación está desprovista de todo egoísmo, si obedece a una generosidad sin par, si es del todo cierto que no abriga un afán de recompensa y que, por añadidura, ha dejado una huella patente sobre la faz de la tierra, entonces no cabe error alguno. Hará cosa de cuarenta años, hice un largo viaje a pie por unos montes poco frecuentados por turistas, sitos en esa antigua región donde los Alpes se adentran en la Provenza. En los tiempos en que comprendí mi caminata a través de aquellos parajes despoblados, todo era tierra yerma y descolorida.
Nada crecía en ella salvo el espliego. Cruzaba la comarca por su parte más ancha y, tras tres días de camino, me encontré en medio de la más absoluta desolación. Acampé junto a las ruinas de un pueblo abandonado. Me había quedado sin agua el día antes y precisaba encontrar más.
Aunque asoladas, aquellas casas, arracimadas como un panal de avispas viejo, indicaban que una vez tuvo que haber alli una fuente o un pozo. Fuente había, en efecto, pero seca. Las cinco o seis casas sin techo, roídas por el viento y la lluvia, y la minúscula capilla con el campanario medio derruido, se levantaban como las casas y capillas de los pueblos habitados, mas todo signo de vida se había esfumado.
Hacía un hermoso día de junio, radiante bajo el sol, pero sobre aquella tierra expuesta, el viento, en lo alto del cielo, soplaba con una insoportable ferocidad. Rugía entre los esqueletos de las casas cual león defendiendo su comida.
Tuve que trasladar el campamento. Después de cinco horas de marcha, seguía sin encontrar ni una gota de agua y nada alentaba la esperanza de hallarla. En todos lados la misma sequedad, los mismos hierbajos. Acerté a divisar en la lejanía una pequeña silueta negra, erguida, que tomé por el tronco de un árbol solitario. En cualquier caso, me encaminé hacia ella. Resultó ser un pastor. Treinta ovejas yacían a sus pies sobe la tierra achicharrada. Me dio a beber de su calabaza y, poco después, me llevó a su morada, en un pliegue de la llanura. Se abastecía de agua (un agua excelente) de un pozo natural muy profundo sobre el que había dispuesto una polea rudimentaria. Era hombre de pocas palabras. Así es como son quienes viven en soledad, pero se notaba que estaba seguro de sí mismo, con un convencimiento absoluto. Algo inesperado en aquellos campos. No vivía en una cabaña, sino en una casa de piedra que daba fe de los esfuerzos realizados para reformar la ruina que había encontrado allí a su llegada. El tejado era recio y firme. El viento contra las rejas producía un murmullo como el del mar en la orilla. Estaba todo ordenado, los platos, limpios, el suelo, barrido, el rifle, engrasado; la sopa hervía en el hogar. Advertí entonces que iba pulcramente afeitado, que llevaba todos los botones bien cosidos, que había remendado si ropa con la meticulosidad que hace invisibles los remiendos. Compartió la sopa conmigo y luego, cuando le ofrecí mi petaca de tabaco, me dijo que no fumaba. Su perro, tan silencioso como el amo, era amistoso sin mostrarse servil. De buenas a primeras dimos por sentado que me quedaba a pasar la noche. La aldea más cercana se hallaba a más de día y medio de viaje y, por otra parte, estaba más que familiarizado con la naturaleza de los escasos villorrios de aquellos pagos. Apenas cuatro o cinco, dispersos por los cerros, al final de largos caminos de carro. Los habitaban carboneros que vivían en la penuria. Las familias, apiñadas a causa de un clima en demasía severo tanto en verano como en invierno, no se libraban de los incesantes conflictos entre personalidades encontradas. La ambición irracional alcanzaba proporciones desmesuradas debido a la continua ansia por escapar.
Los hombres acarreaban las carretadas de carbón hasta la ciudad para luego regresar. El yugo perenne de aquel penoso trabajo vencía a los caracteres más firmes. Las mujeres avivaban los motivos de agravio en todo había rivalidad, en el precio del carbón como por un banco en la iglesia, en las virtudes opuestas como en los vicios, así como en la perpetua lucha entre el vicio y la virtud.
Y por encima de todo estaba el viento, también incesante, crispando los nervios. Se daban epidemias de suicidios y frecuentes casos de locura, habitualmente homicida. El pastor fue a por un saquito y vertió un montón de bellotas sobre la mesa. Comenzó a inspeccionarlas, una por una, con un gran concentración, separando las buenas de las malas. Yo fumaba en mi pipa. Le ofrecí ayuda. Me respondió que era su trabajo. Y, en efecto, en vista del esmero con que se entregaba a la tarea, no insistí. En eso consistió todota nuestra conversación. Tras separar una cantidad suficiente de bellotas buenas, las fue contando por decenas, al tiempo que eliminaba las más pequeñas o las que presentaban alguna grieta, pues ahora las examinaba con mayor detenimiento. Cuando hubo seleccionado cien bellotas perfectas, puso fin a la labor y se acostó. Aquel hombre irradiaba paz. Al día siguiente le pregunté si me podía quedar un día más. Le pareció lo más natural, o, para ser exactos, me dio la impresión de que nada podía desconcertarlo. No es que tuviera una necesidad imperiosa de descanso, pero había despertado mi interés y quería saber más acerca de él. Abrió el redil y se llevó el rebaño a pastar. Antes de irse, sumergió en un cubo de agua el saco de bellotas cuidadosamente contadas y seleccionadas. Advertí que a modo de cayado empuñaba una vara de hierro gruesa como un pulgar y de metro y medio de longitud. Andando a mi aire, seguí un camino paralelo al suyo. El pasto se hallaba en un valle. Dejó al perro a cargo del reducido rebaño y subió hasta donde yo me encontraba. Temí que fuera a reprenderme por mi indiscreción, mas no fue ni mucho menos así: él iba en aquella dirección y me invitó a acompañarlo si no tenía nada mejor que hacer. Trepó hasta la cresta de la loma, un centenar de metros arriba. Entonces comenzó a clavar la vara de hierro en la tierra, abriendo agujeros en los que plantaba una bellota; luego rellenaba el agujero. Así plantaba robles. Le pregunté si aquella finca le pertenecía. Me repuso que no. ¿Sabía de quién era? No lo sabía. Suponía que era de propiedad comunal, o tal vez perteneciera a personas que no le otorgaban mayor importancia. No tenía el menor interés en descubrir de quién era. Plantó las cien bellotas con sumo cuidado. Tras el almuerzo reanudó las tareas de plantación. Supongo que me mostré persuasivo en mi interrogatorio, pues obtuve algunas respuestas. Llevaba tres años plantando en aquel desierto. Había plantado ya cien mil bellotas. De las cien mil, veinte mil habían germinado. De las veinte mil, contaba con perder la mitad a manos de los roedores y de los impredecibles designios de la Providencia. Así pues, todavía quedaban diez mil robles con vida donde antes nada crecía. Fue entonces cuando empecé a preguntarme qué edad tendría aquel hombre. Saltaba a la vista que había cumplido los cincuenta. Cincuenta y cinco, me dijo. Se llamaba Elzéard Bouffier. Una vez había poseído una granja en las tierras bajas. Allí había construido su vida. Perdió a su único hijo; luego a su esposa. Acabó retirándose a aquellos solitarios parajes, donde se encontraba muy a gusto viviendo sin prisas con sus ovejas y el perro. A su parecer, aquella tierra se estaba muriendo por la ausencia de árboles. Agregó que, a falta de otra ocupación más apremiante, había decidido poner remedio a aquel estado de cosas. Puesto que en aquellos tiempos, a pesar de mi juventud, llevaba una vida solitaria, me constaba que debía tratar con amabilidad a los espíritus solitarios. Pero esa misma juventud me empujaba a considerar el futuro con relación a mí mismo y a una determinada búsqueda de la felicidad. Le dije que en treinta años sus diez mil robles serían magníficos. Respondió con toda sencillez que si Dios le concedía bastante vida, en treinta años habría plantado tantos más que aquellos diez mil serían como una gota de agua en el océano. Por otra parte, estaba estudiando la reproducción de las hayas y tenía un vivero de plantones nacidos de hayucos junto a su casa. Los plantones, protegidos de las ovejas mediante una cerca de alambre, eran muy bonitos. También tenía en mente plantar abedules en los valles donde, según me dijo, había una cierta humedad a pocos metros bajo la superficie del suelo. Al día siguiente, nos separamos.
Un año después estalló la guerra de 1914, en la que me vi implicado durante cinco años. Un soldado de infantería apenas disponía de tiempo para reflexionar sobre los árboles. A decir verdad, aquel asunto no me había impresionado; lo había tomado como un hobby, una colección de sellos, para luego olvidarlo. Finalizada la guerra, me encontré en posesión de una diminuta prima por desmovilización y un enorme deseo de respirar aire puro durante algún tiempo. Sin más propósito que éste enfilé otra vez la carretera hacia las tierras yermas. El paisaje no había cambiado. No obstante, a lo lejos vislumbré, más allá del pueblo abandonado, una sombra de neblina grisácea que cubría las cumbres de las montañas como una alfombra. El día anterior había empezado a pensar de nuevo en el pastor plantador de árboles. ?
Diez mil robles -reflexioné-, ocupan mucho espacio. Había visto morir a demasiados hombres a lo largo de aquellos cinco años como para dar por sentado que Elzéard Bouffier estaría muerto, más aún cuando a los veinte años se contempla a los hombres de cincuenta como ancianas a quienes nada les queda por hacer salvo morir. Mas no había muerto. En realidad, estaba mas vivo que nunca. Había cambiado de trabajo. Ahora sólo tenía cuatro ovejas y, a cambio, cien panales. Se había desprendido de las ovejas porque constituían una amenaza para los árboles jóvenes. Pues, tal como me explicó (y pude comprobar con mis propios ojos), la guerra no lo había trastornado lo más mínimo. Impertérrito, había seguido plantado. Los robles de 1910 contaban entonces diez años de edad y ya eran más altos que nosotros. Un espectáculo impresionante. E quedé literalmente sin habla y, como tampoco él decía nada, pasamos todo el día caminando en silencio a través de su bosque. En tres sectores, medía once kilómetros de longitud por tres kilómetros en lo más ancho. Al recordar que todo aquello era fruto de las manos y el alma de una única persona desprovista de recursos técnicos, se comprendía que los hombres podían ser tan efectivos como Dios en ámbitos distintos del de la destrucción. Había llevado a cabo su plan, y unas hayas que me llegaban al hombro y se extendían hasta donde alcanzaba la vista lo confirmaban. Me mostró hermosos grupos de abedules plantados cinco años atrás (es decir, en 1915, mientras yo luchaba en Verdún). Dispuestos en cuantos valles había supuesto (y acertado) que la capa húmeda casi afloraba, eran delicados como niñas pero estaban muy bien arraigados. Fue como si la creación floreciera en una suerte de reacción en cadena. A él tanto le daba; tenía la determinación de concluir su tarea con toda sencillez; pero de regreso hacia el pueblo vi que el agua manaba en arroyos que llevaban secos desde tiempos inmemoriales. Aquel era sin duda el resultado más sobrecogedor de la reacción en cadena que mis ojos presenciaban. Alguna vez, tiempo atrás, el agua había corrido por aquellos riachuelos secos. Parte de los tristes villorrios mencionados antes fueron construidos en los emplazamientos de antiguos asentamientos romanos, de los que aún quedaban vestigios; y los arqueólogos, en sus exploraciones, habían hallado anzuelos donde, en el siglo veinte, se precisaban cisternas para garantizar un exiguo abastecimiento de agua. El viento, además, esparcía las semillas. Con el resurgió del agua reaparecieron los sauces, los torrentes, los prados, los jardines y las flores en un alegato a favor de la vida. Pero esta transformación se produjo de forma tan gradual que se integró en el entono sin causar el menor asombro. Los cazadores, que subían a los páramos siguiendo la pista de las liebres y los jabalíes, advirtieron, por supuesto, la repentina aparición de arbolillos, pero la atribuyeron a un capricho natural de la tierra. De ahí que nadie se entrometiera en la labor de Elzéard Bouffier. De haber sido descubierto habría suscitado oposición. Pero pasaba desapercibido. ¿Quién, en los pueblos o en la administración, podría soñar siquiera en semejante perseverancia y tan magnífica generosidad? Para hacerse una idea exacta de lo excepcional del personaje es preciso no olvidar que trabajaba en soledad absoluta: tan absoluta que hacia el final de su vida perdió el hábito de hablar. O tal vez fuese que no lo veía necesario.
En 1933 recibió la visita de un guarda forestal para notificarle una resolución judicial que prohibía encender fuego al aire libre con vistas a proteger el crecimiento de aquel bosque natural. Era la primera vez, le dijo el hombre con toda ingenuidad, que oía hablar de un bosque surgido motu propio. Por aquel entonces Bouffier se disponía a plantar hayas en un lugar a unos doce kilómetros de su casa. Para ahorrarse tantas idas y venidas (pues ya había cumplido los setenta y cinco), decidió construir una cabaña de piedra junto a la plantación. Al año siguiente la levantó. En 1935 el Gobierno envió a toda una delegación a inspeccionar el ?bosque natural?. Un alto cargo del Servicio Forestal, un diputado, varios tecnócratas. Hubo mucho parloteo fútil. Se decidió que algo había que hacer y, por fortuna, nada se hizo salvo lo único que tenía sentido; el bosque fue puesto bajo la protección del Estado y se prohibió la producción de carbón. Pues resultaba imposible no dejarse cautivar por la belleza de aquéllos árboles jóvenes rebosantes de salud que lograron hechizar al mismísimo diputado. Entre los funcionarios de la delegación se contaba un amigo mío, a quien desvelé el enigma. Un buen día de la semana de la semana siguiente fuimos juntos a visitar a Elzéard Bouffier. Lo encontramos trabajando con ahínco, a unos diez kilómetros del lugar donde se había efectuado la inspección. Aquel guardabosque no era amigo mío porque sí. Se regía por firmes principios. Sabía guardar un secreto. Entregué los huevos que llevaba como presente. Comimos juntos y pasamos varias horas en muda contemplación del paisaje. Por donde habíamos ido, las laderas estaban cubiertas de árboles de entre seis y ocho metros de altura. Rememoré el aspecto que ofrecía la región en 1913; un erial. El sosiego, el esfuerzo constante, el aire vigorizador de la montaña, la frugalidad y, por encima de todo, la paz de espíritu habían dotado a aquel hombre de una vitalidad impresionante. Era un atleta de Dios. Me pregunté cuántas más lomas cubriría de arboleda. Antes de partir, mi amigo se limitó a recomendar algunas especies de árboles especialmente indicadas para las condiciones del suelo. Tampoco insistió en el tema. ?Por la convincente razón -me diría después-, de que Bouffier sabe mucho más que yo?. Una hora de camino después, tras haberle dado unas cuantas vueltas, añadió: ?Sabe mucho más que cualquiera. ¡Ha descubierto una forma maravillosa de ser feliz!? Gracias a este funcionario quedaron a buen recaudo no sólo el bosque sino también la felicidad del hombre. Delegó el cometido en tres guardabosques, a quienes adoctrinó hasta tenerlos a prueba de las botellas de vino que los carboneros les ofrecerían. La obra sólo se vio seriamente en peligro durante la guerra de 1939. Dado que los coches se propulsaban con gasógenos (generadores alimentados con leña), se disparó la demanda de madera. La tala se inició en el robledo de 1910, pero aquel sitio distaba tanto de cualquier estación de tren que la empresa resultaba temeraria desde el punto de vista financiero. Así que fue abandonada. El pastor no se enteró de nada. Se hallaba a treinta kilómetros del lugar, prosiguiendo su labor con toda tranquilidad, pasando por alto la guerra del treinta y nueve tal como había hecho con la del catorce.
Vi a Elzéard Bouffier por última vez en junio de 1945. Tenía ochenta y siete años. Emprendí de nuevo la ruta de la tierra baldía; pero ahora, a pesar del caos que la guerra sembrara por todo el país, había un autobús que cubría el trayecto entre el valle de Durance y el monte. Atribuí el hecho de no reconocer los escenarios de mis anteriores viajes a la relativa velocidad de aquel medio de transporte. Me pareció, asimismo, que la carretera discurría por territorios nuevos. Pero me bastó el nombre de un pueblo para convencerme de que me hallaba, en efecto, en aquella comarca que había sido todo ruinas y desolación. El autobús me dejó en Vergons. En 1913 aquella aldea de diez o doce casas tenía tres habitantes. Eran criaturas salvajes que se odiaban unas a otras, que vivían cazando con trampas, próximas aún, tanto física como moralmente, al estado de hombres prehistóricos. Por todas partes crecían las ortigas entre los restos de las casas abandonadas. Habían perdido toda esperanza. No les restaba más que esperar la muerte, una situación que raramente predispone a la virtud. Todo había cambiado. Incluso el aire. En lugar de los severos vientos secos que solían atacarme, soplaba una brisa amable, cargada de fragancias. De las montañas llegaba un rumor como de agua: era el viento en el bosque. Lo más asombroso de todo fue oír un sonido real de agua cayendo en un estanque. Comprobé que habían construido una fuente que manaba en abundancia y (fue lo que más me emocionó) que alguien había plantado un tilo junto a ella, un tilo que contaría unos cuatro años, ya en plena floración, como un símbolo incontestable de la resurrección. Por otra parte, Vergons daba fe de un empeño cuya envergadura exigía tener esperanza. Así pues, la esperanza había vuelto. Se retiraron los escombros, se abatieron las paredes derruidas y se restauraron cinco casas. Ahora se contaban veintiocho almas, cuatro de las cuales eran jóvenes casados. Las casas nuevas, recién enlucidas, estaban rodeadas de jardines donde crecían verduras y flores en ordenada confusión: calabazas y rosas, puerros y dragones, apios y anémonas. Se había convertido en la clase de pueblo que invita a vivir. A partir de allí proseguí a pie. La guerra recién terminada aún no permitía que la vida floreciera en todo su esplendor, pero Lázaro se había levantado de la tumba. En las faldas de la montaña divisé pequeños campos de cebada y centeno; al fondo de los valles estrechos los prados reverdecían. Han bastado ocho años desde entonces para que todo el campo rebose vitalidad y prosperidad. Allí donde en 1913 no vi más que ruinas, ahora se levantan granjas bien cuidadas, pulcramente enlucidas, testimonio de una vida cómoda y placentera. Los antiguos arroyos, alimentados por la lluvia y la nieve que acumula el bosque, fluyen de nuevo. Sus aguas se han canalizado. En todas las granjas, en bosquecillos de arces, las albercas rebosan agua clara sobre tapices de hierbabuena. Los pueblos se han ido reconstruyendo poco a poco. Las gentes de las llanuras, donde la tierra es costosa, se han establecido aquí, trayendo consigo juventud, acción y espíritu aventurero. Junto a los caminos encuentras hombres y mujeres campechanos y cordiales, muchachos y jovencitas que saben reír y han recuperado la afición por las meriendas campestres. Contando a los antiguos pobladores, irreconocibles ahora que viven con holgura, más de diez mil personas deben su felicidad a Elzéard Bouffier. Cuando pienso que un solo hombre, armado únicamente de sus recursos físicos y morales, fue capaz de hacer surgir de un yermo esta tierra prometida, me convenzo de que, a pesar de todo, el género humano es admirable. Pero cuando hago el cómputo de la constante grandeza de espíritu y de la tenaz benevolencia que sin duda ha requerido alcanzar este resultado, me embarga un inmenso respeto por este viejo campesino iletrado que ha sabido completar una obra digna de Dios. Elzéard Bouffier falleció tranquilamente en 1947, en el hospicio de Banon.
Nada crecía en ella salvo el espliego. Cruzaba la comarca por su parte más ancha y, tras tres días de camino, me encontré en medio de la más absoluta desolación. Acampé junto a las ruinas de un pueblo abandonado. Me había quedado sin agua el día antes y precisaba encontrar más.
Aunque asoladas, aquellas casas, arracimadas como un panal de avispas viejo, indicaban que una vez tuvo que haber alli una fuente o un pozo. Fuente había, en efecto, pero seca. Las cinco o seis casas sin techo, roídas por el viento y la lluvia, y la minúscula capilla con el campanario medio derruido, se levantaban como las casas y capillas de los pueblos habitados, mas todo signo de vida se había esfumado.
Hacía un hermoso día de junio, radiante bajo el sol, pero sobre aquella tierra expuesta, el viento, en lo alto del cielo, soplaba con una insoportable ferocidad. Rugía entre los esqueletos de las casas cual león defendiendo su comida.
Tuve que trasladar el campamento. Después de cinco horas de marcha, seguía sin encontrar ni una gota de agua y nada alentaba la esperanza de hallarla. En todos lados la misma sequedad, los mismos hierbajos. Acerté a divisar en la lejanía una pequeña silueta negra, erguida, que tomé por el tronco de un árbol solitario. En cualquier caso, me encaminé hacia ella. Resultó ser un pastor. Treinta ovejas yacían a sus pies sobe la tierra achicharrada. Me dio a beber de su calabaza y, poco después, me llevó a su morada, en un pliegue de la llanura. Se abastecía de agua (un agua excelente) de un pozo natural muy profundo sobre el que había dispuesto una polea rudimentaria. Era hombre de pocas palabras. Así es como son quienes viven en soledad, pero se notaba que estaba seguro de sí mismo, con un convencimiento absoluto. Algo inesperado en aquellos campos. No vivía en una cabaña, sino en una casa de piedra que daba fe de los esfuerzos realizados para reformar la ruina que había encontrado allí a su llegada. El tejado era recio y firme. El viento contra las rejas producía un murmullo como el del mar en la orilla. Estaba todo ordenado, los platos, limpios, el suelo, barrido, el rifle, engrasado; la sopa hervía en el hogar. Advertí entonces que iba pulcramente afeitado, que llevaba todos los botones bien cosidos, que había remendado si ropa con la meticulosidad que hace invisibles los remiendos. Compartió la sopa conmigo y luego, cuando le ofrecí mi petaca de tabaco, me dijo que no fumaba. Su perro, tan silencioso como el amo, era amistoso sin mostrarse servil. De buenas a primeras dimos por sentado que me quedaba a pasar la noche. La aldea más cercana se hallaba a más de día y medio de viaje y, por otra parte, estaba más que familiarizado con la naturaleza de los escasos villorrios de aquellos pagos. Apenas cuatro o cinco, dispersos por los cerros, al final de largos caminos de carro. Los habitaban carboneros que vivían en la penuria. Las familias, apiñadas a causa de un clima en demasía severo tanto en verano como en invierno, no se libraban de los incesantes conflictos entre personalidades encontradas. La ambición irracional alcanzaba proporciones desmesuradas debido a la continua ansia por escapar.
Los hombres acarreaban las carretadas de carbón hasta la ciudad para luego regresar. El yugo perenne de aquel penoso trabajo vencía a los caracteres más firmes. Las mujeres avivaban los motivos de agravio en todo había rivalidad, en el precio del carbón como por un banco en la iglesia, en las virtudes opuestas como en los vicios, así como en la perpetua lucha entre el vicio y la virtud.
Y por encima de todo estaba el viento, también incesante, crispando los nervios. Se daban epidemias de suicidios y frecuentes casos de locura, habitualmente homicida. El pastor fue a por un saquito y vertió un montón de bellotas sobre la mesa. Comenzó a inspeccionarlas, una por una, con un gran concentración, separando las buenas de las malas. Yo fumaba en mi pipa. Le ofrecí ayuda. Me respondió que era su trabajo. Y, en efecto, en vista del esmero con que se entregaba a la tarea, no insistí. En eso consistió todota nuestra conversación. Tras separar una cantidad suficiente de bellotas buenas, las fue contando por decenas, al tiempo que eliminaba las más pequeñas o las que presentaban alguna grieta, pues ahora las examinaba con mayor detenimiento. Cuando hubo seleccionado cien bellotas perfectas, puso fin a la labor y se acostó. Aquel hombre irradiaba paz. Al día siguiente le pregunté si me podía quedar un día más. Le pareció lo más natural, o, para ser exactos, me dio la impresión de que nada podía desconcertarlo. No es que tuviera una necesidad imperiosa de descanso, pero había despertado mi interés y quería saber más acerca de él. Abrió el redil y se llevó el rebaño a pastar. Antes de irse, sumergió en un cubo de agua el saco de bellotas cuidadosamente contadas y seleccionadas. Advertí que a modo de cayado empuñaba una vara de hierro gruesa como un pulgar y de metro y medio de longitud. Andando a mi aire, seguí un camino paralelo al suyo. El pasto se hallaba en un valle. Dejó al perro a cargo del reducido rebaño y subió hasta donde yo me encontraba. Temí que fuera a reprenderme por mi indiscreción, mas no fue ni mucho menos así: él iba en aquella dirección y me invitó a acompañarlo si no tenía nada mejor que hacer. Trepó hasta la cresta de la loma, un centenar de metros arriba. Entonces comenzó a clavar la vara de hierro en la tierra, abriendo agujeros en los que plantaba una bellota; luego rellenaba el agujero. Así plantaba robles. Le pregunté si aquella finca le pertenecía. Me repuso que no. ¿Sabía de quién era? No lo sabía. Suponía que era de propiedad comunal, o tal vez perteneciera a personas que no le otorgaban mayor importancia. No tenía el menor interés en descubrir de quién era. Plantó las cien bellotas con sumo cuidado. Tras el almuerzo reanudó las tareas de plantación. Supongo que me mostré persuasivo en mi interrogatorio, pues obtuve algunas respuestas. Llevaba tres años plantando en aquel desierto. Había plantado ya cien mil bellotas. De las cien mil, veinte mil habían germinado. De las veinte mil, contaba con perder la mitad a manos de los roedores y de los impredecibles designios de la Providencia. Así pues, todavía quedaban diez mil robles con vida donde antes nada crecía. Fue entonces cuando empecé a preguntarme qué edad tendría aquel hombre. Saltaba a la vista que había cumplido los cincuenta. Cincuenta y cinco, me dijo. Se llamaba Elzéard Bouffier. Una vez había poseído una granja en las tierras bajas. Allí había construido su vida. Perdió a su único hijo; luego a su esposa. Acabó retirándose a aquellos solitarios parajes, donde se encontraba muy a gusto viviendo sin prisas con sus ovejas y el perro. A su parecer, aquella tierra se estaba muriendo por la ausencia de árboles. Agregó que, a falta de otra ocupación más apremiante, había decidido poner remedio a aquel estado de cosas. Puesto que en aquellos tiempos, a pesar de mi juventud, llevaba una vida solitaria, me constaba que debía tratar con amabilidad a los espíritus solitarios. Pero esa misma juventud me empujaba a considerar el futuro con relación a mí mismo y a una determinada búsqueda de la felicidad. Le dije que en treinta años sus diez mil robles serían magníficos. Respondió con toda sencillez que si Dios le concedía bastante vida, en treinta años habría plantado tantos más que aquellos diez mil serían como una gota de agua en el océano. Por otra parte, estaba estudiando la reproducción de las hayas y tenía un vivero de plantones nacidos de hayucos junto a su casa. Los plantones, protegidos de las ovejas mediante una cerca de alambre, eran muy bonitos. También tenía en mente plantar abedules en los valles donde, según me dijo, había una cierta humedad a pocos metros bajo la superficie del suelo. Al día siguiente, nos separamos.
Un año después estalló la guerra de 1914, en la que me vi implicado durante cinco años. Un soldado de infantería apenas disponía de tiempo para reflexionar sobre los árboles. A decir verdad, aquel asunto no me había impresionado; lo había tomado como un hobby, una colección de sellos, para luego olvidarlo. Finalizada la guerra, me encontré en posesión de una diminuta prima por desmovilización y un enorme deseo de respirar aire puro durante algún tiempo. Sin más propósito que éste enfilé otra vez la carretera hacia las tierras yermas. El paisaje no había cambiado. No obstante, a lo lejos vislumbré, más allá del pueblo abandonado, una sombra de neblina grisácea que cubría las cumbres de las montañas como una alfombra. El día anterior había empezado a pensar de nuevo en el pastor plantador de árboles. ?
Diez mil robles -reflexioné-, ocupan mucho espacio. Había visto morir a demasiados hombres a lo largo de aquellos cinco años como para dar por sentado que Elzéard Bouffier estaría muerto, más aún cuando a los veinte años se contempla a los hombres de cincuenta como ancianas a quienes nada les queda por hacer salvo morir. Mas no había muerto. En realidad, estaba mas vivo que nunca. Había cambiado de trabajo. Ahora sólo tenía cuatro ovejas y, a cambio, cien panales. Se había desprendido de las ovejas porque constituían una amenaza para los árboles jóvenes. Pues, tal como me explicó (y pude comprobar con mis propios ojos), la guerra no lo había trastornado lo más mínimo. Impertérrito, había seguido plantado. Los robles de 1910 contaban entonces diez años de edad y ya eran más altos que nosotros. Un espectáculo impresionante. E quedé literalmente sin habla y, como tampoco él decía nada, pasamos todo el día caminando en silencio a través de su bosque. En tres sectores, medía once kilómetros de longitud por tres kilómetros en lo más ancho. Al recordar que todo aquello era fruto de las manos y el alma de una única persona desprovista de recursos técnicos, se comprendía que los hombres podían ser tan efectivos como Dios en ámbitos distintos del de la destrucción. Había llevado a cabo su plan, y unas hayas que me llegaban al hombro y se extendían hasta donde alcanzaba la vista lo confirmaban. Me mostró hermosos grupos de abedules plantados cinco años atrás (es decir, en 1915, mientras yo luchaba en Verdún). Dispuestos en cuantos valles había supuesto (y acertado) que la capa húmeda casi afloraba, eran delicados como niñas pero estaban muy bien arraigados. Fue como si la creación floreciera en una suerte de reacción en cadena. A él tanto le daba; tenía la determinación de concluir su tarea con toda sencillez; pero de regreso hacia el pueblo vi que el agua manaba en arroyos que llevaban secos desde tiempos inmemoriales. Aquel era sin duda el resultado más sobrecogedor de la reacción en cadena que mis ojos presenciaban. Alguna vez, tiempo atrás, el agua había corrido por aquellos riachuelos secos. Parte de los tristes villorrios mencionados antes fueron construidos en los emplazamientos de antiguos asentamientos romanos, de los que aún quedaban vestigios; y los arqueólogos, en sus exploraciones, habían hallado anzuelos donde, en el siglo veinte, se precisaban cisternas para garantizar un exiguo abastecimiento de agua. El viento, además, esparcía las semillas. Con el resurgió del agua reaparecieron los sauces, los torrentes, los prados, los jardines y las flores en un alegato a favor de la vida. Pero esta transformación se produjo de forma tan gradual que se integró en el entono sin causar el menor asombro. Los cazadores, que subían a los páramos siguiendo la pista de las liebres y los jabalíes, advirtieron, por supuesto, la repentina aparición de arbolillos, pero la atribuyeron a un capricho natural de la tierra. De ahí que nadie se entrometiera en la labor de Elzéard Bouffier. De haber sido descubierto habría suscitado oposición. Pero pasaba desapercibido. ¿Quién, en los pueblos o en la administración, podría soñar siquiera en semejante perseverancia y tan magnífica generosidad? Para hacerse una idea exacta de lo excepcional del personaje es preciso no olvidar que trabajaba en soledad absoluta: tan absoluta que hacia el final de su vida perdió el hábito de hablar. O tal vez fuese que no lo veía necesario.
En 1933 recibió la visita de un guarda forestal para notificarle una resolución judicial que prohibía encender fuego al aire libre con vistas a proteger el crecimiento de aquel bosque natural. Era la primera vez, le dijo el hombre con toda ingenuidad, que oía hablar de un bosque surgido motu propio. Por aquel entonces Bouffier se disponía a plantar hayas en un lugar a unos doce kilómetros de su casa. Para ahorrarse tantas idas y venidas (pues ya había cumplido los setenta y cinco), decidió construir una cabaña de piedra junto a la plantación. Al año siguiente la levantó. En 1935 el Gobierno envió a toda una delegación a inspeccionar el ?bosque natural?. Un alto cargo del Servicio Forestal, un diputado, varios tecnócratas. Hubo mucho parloteo fútil. Se decidió que algo había que hacer y, por fortuna, nada se hizo salvo lo único que tenía sentido; el bosque fue puesto bajo la protección del Estado y se prohibió la producción de carbón. Pues resultaba imposible no dejarse cautivar por la belleza de aquéllos árboles jóvenes rebosantes de salud que lograron hechizar al mismísimo diputado. Entre los funcionarios de la delegación se contaba un amigo mío, a quien desvelé el enigma. Un buen día de la semana de la semana siguiente fuimos juntos a visitar a Elzéard Bouffier. Lo encontramos trabajando con ahínco, a unos diez kilómetros del lugar donde se había efectuado la inspección. Aquel guardabosque no era amigo mío porque sí. Se regía por firmes principios. Sabía guardar un secreto. Entregué los huevos que llevaba como presente. Comimos juntos y pasamos varias horas en muda contemplación del paisaje. Por donde habíamos ido, las laderas estaban cubiertas de árboles de entre seis y ocho metros de altura. Rememoré el aspecto que ofrecía la región en 1913; un erial. El sosiego, el esfuerzo constante, el aire vigorizador de la montaña, la frugalidad y, por encima de todo, la paz de espíritu habían dotado a aquel hombre de una vitalidad impresionante. Era un atleta de Dios. Me pregunté cuántas más lomas cubriría de arboleda. Antes de partir, mi amigo se limitó a recomendar algunas especies de árboles especialmente indicadas para las condiciones del suelo. Tampoco insistió en el tema. ?Por la convincente razón -me diría después-, de que Bouffier sabe mucho más que yo?. Una hora de camino después, tras haberle dado unas cuantas vueltas, añadió: ?Sabe mucho más que cualquiera. ¡Ha descubierto una forma maravillosa de ser feliz!? Gracias a este funcionario quedaron a buen recaudo no sólo el bosque sino también la felicidad del hombre. Delegó el cometido en tres guardabosques, a quienes adoctrinó hasta tenerlos a prueba de las botellas de vino que los carboneros les ofrecerían. La obra sólo se vio seriamente en peligro durante la guerra de 1939. Dado que los coches se propulsaban con gasógenos (generadores alimentados con leña), se disparó la demanda de madera. La tala se inició en el robledo de 1910, pero aquel sitio distaba tanto de cualquier estación de tren que la empresa resultaba temeraria desde el punto de vista financiero. Así que fue abandonada. El pastor no se enteró de nada. Se hallaba a treinta kilómetros del lugar, prosiguiendo su labor con toda tranquilidad, pasando por alto la guerra del treinta y nueve tal como había hecho con la del catorce.
Vi a Elzéard Bouffier por última vez en junio de 1945. Tenía ochenta y siete años. Emprendí de nuevo la ruta de la tierra baldía; pero ahora, a pesar del caos que la guerra sembrara por todo el país, había un autobús que cubría el trayecto entre el valle de Durance y el monte. Atribuí el hecho de no reconocer los escenarios de mis anteriores viajes a la relativa velocidad de aquel medio de transporte. Me pareció, asimismo, que la carretera discurría por territorios nuevos. Pero me bastó el nombre de un pueblo para convencerme de que me hallaba, en efecto, en aquella comarca que había sido todo ruinas y desolación. El autobús me dejó en Vergons. En 1913 aquella aldea de diez o doce casas tenía tres habitantes. Eran criaturas salvajes que se odiaban unas a otras, que vivían cazando con trampas, próximas aún, tanto física como moralmente, al estado de hombres prehistóricos. Por todas partes crecían las ortigas entre los restos de las casas abandonadas. Habían perdido toda esperanza. No les restaba más que esperar la muerte, una situación que raramente predispone a la virtud. Todo había cambiado. Incluso el aire. En lugar de los severos vientos secos que solían atacarme, soplaba una brisa amable, cargada de fragancias. De las montañas llegaba un rumor como de agua: era el viento en el bosque. Lo más asombroso de todo fue oír un sonido real de agua cayendo en un estanque. Comprobé que habían construido una fuente que manaba en abundancia y (fue lo que más me emocionó) que alguien había plantado un tilo junto a ella, un tilo que contaría unos cuatro años, ya en plena floración, como un símbolo incontestable de la resurrección. Por otra parte, Vergons daba fe de un empeño cuya envergadura exigía tener esperanza. Así pues, la esperanza había vuelto. Se retiraron los escombros, se abatieron las paredes derruidas y se restauraron cinco casas. Ahora se contaban veintiocho almas, cuatro de las cuales eran jóvenes casados. Las casas nuevas, recién enlucidas, estaban rodeadas de jardines donde crecían verduras y flores en ordenada confusión: calabazas y rosas, puerros y dragones, apios y anémonas. Se había convertido en la clase de pueblo que invita a vivir. A partir de allí proseguí a pie. La guerra recién terminada aún no permitía que la vida floreciera en todo su esplendor, pero Lázaro se había levantado de la tumba. En las faldas de la montaña divisé pequeños campos de cebada y centeno; al fondo de los valles estrechos los prados reverdecían. Han bastado ocho años desde entonces para que todo el campo rebose vitalidad y prosperidad. Allí donde en 1913 no vi más que ruinas, ahora se levantan granjas bien cuidadas, pulcramente enlucidas, testimonio de una vida cómoda y placentera. Los antiguos arroyos, alimentados por la lluvia y la nieve que acumula el bosque, fluyen de nuevo. Sus aguas se han canalizado. En todas las granjas, en bosquecillos de arces, las albercas rebosan agua clara sobre tapices de hierbabuena. Los pueblos se han ido reconstruyendo poco a poco. Las gentes de las llanuras, donde la tierra es costosa, se han establecido aquí, trayendo consigo juventud, acción y espíritu aventurero. Junto a los caminos encuentras hombres y mujeres campechanos y cordiales, muchachos y jovencitas que saben reír y han recuperado la afición por las meriendas campestres. Contando a los antiguos pobladores, irreconocibles ahora que viven con holgura, más de diez mil personas deben su felicidad a Elzéard Bouffier. Cuando pienso que un solo hombre, armado únicamente de sus recursos físicos y morales, fue capaz de hacer surgir de un yermo esta tierra prometida, me convenzo de que, a pesar de todo, el género humano es admirable. Pero cuando hago el cómputo de la constante grandeza de espíritu y de la tenaz benevolencia que sin duda ha requerido alcanzar este resultado, me embarga un inmenso respeto por este viejo campesino iletrado que ha sabido completar una obra digna de Dios. Elzéard Bouffier falleció tranquilamente en 1947, en el hospicio de Banon.
Fin
Si quisieras ver este cuento en versión video ...acá tenés un link... https://www.youtube.com/watch?v=fkmLrNmhLeU&t=32s
El hombre que plantaba árboles - Jean Giono (Traducción de Borja Folch. José J. de Olaeta, Editor. Colección ?Los pequeños libros de la sabiduría?) Un relato lleno de sensibilidad que es un canto al desinterés y a la generosidad y que exalta el enorme valor que hay en un acto tan sencillo como es plantar un árbol. En una yerma comarca de Provenza, un hombre solitario planta centenares de miles de árboles y transforma en un paraíso lleno de vida lo que antes era una región inhóspita y casi deshabitada. Es la historia de Elzéard Bouffier, un personaje inolvidable por su desinterés, por su enorme generosidad y por dejar huella en la tierra sin anhelar recompensa alguna. Jean Giono, uno de los escritores franceses más importantes de este siglo (XX), creó el personaje de Bouffier para ?hacer que la gente amara a los árboles, para ser más exacto, hacer que amen el plantar árboles?. En su obra alienta una comunión con el silencio mundo de las plantas, que purifica y renueva la tierra que nos rodea, nos reconforta y nos reconcilia. -------------------------------------------------
Caminando Va. de Marta Gómez
Caminando Va
Llueve, llueve, llueve; llueve sin parar
Y el caracolito en su casa está
Y el caracolito en su casa está
Luego de un ratote empieza a escampar
Y el caracolito sale a pasear
Y el caracolito sale a pasear
Caminando va
Caminando viene un caracol con su casita
Lleva encima siempre todo lo que necesita
Caminando va
Camina solito
Cuando está cansado se recuesta en una rama
Y si está aburrido le conversa a alguna iguana
Caminando va
Y en el camino encuentra el sol
Y el sol le sirve como abrigo
Y en el camino el caracol encuentra sombra, encuentra paz
Encuentra el mundo en el camino
(Caminando va)
Se mira al espejo que forma una gota que quedó de una llovizna
Y sonríe siempre cuando el viento lo acaricia
Caminando va
Cuando acaba el día,
Llueve, llueve, llueve; llueve sin parar
Y el caracolito en su casa está
Y el caracolito en su casa está
Luego de un ratote empieza a escampar
Y el caracolito sale a pasear
Y el caracolito sale a pasear
Caminando va
Caminando viene un caracol con su casita
Lleva encima siempre todo lo que necesita
Caminando va
Camina solito
Cuando está cansado se recuesta en una rama
Y si está aburrido le conversa a alguna iguana
Caminando va
Y en el camino encuentra el sol
Y el sol le sirve como abrigo
Y en el camino el caracol encuentra sombra, encuentra paz
Encuentra el mundo en el camino
(Caminando va)
Se mira al espejo que forma una gota que quedó de una llovizna
Y sonríe siempre cuando el viento lo acaricia
Caminando va
Cuando acaba el día,
…
La creación de la Nación - Día del Himno Nacional
El 11 de mayo de 1813, la Asamblea del Año XIII designó como Himno Nacional Argentino a la canción compuesta por versos de Vicente López y Planes y música de Blas Parera. La versión original duraba 20 minutos y se interpretó por primera vez en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, durante una de las tradicionales tertulias que allí se sucedían. Recién en 1944 se estableció la letra oficial tal como la conocemos en la actualidad. El Himno Nacional es uno de nuestros símbolos patrios y, a lo largo de estos 207 años, lo hemos cantado en cada acto escolar, en todas las escuelas argentinas. Por eso, mientras nos quedamos en casa, lo recordamos y lo celebramos a la espera de volver a cantarlo todos juntos
viernes, 8 de mayo de 2020
Seguimos conociendo la obra de Julio Cortázar...hoy...Graffiti"Un tal Lucas"
Colocamos otro cuento de Julio Cortázar en nuestro estante para seguir conociendo la obra de este escritor .
En este link encontrarás el PDF publicado por el Plan Nacional de Lectura
http://planlectura.educ.ar/wp-content/uploads/2016/01/Graffiti-en-Queremos-tanto-a-Glenda-Julio-Cort%C3%A1zar.pdf
En este link encontrarás el PDF publicado por el Plan Nacional de Lectura
http://planlectura.educ.ar/wp-content/uploads/2016/01/Graffiti-en-Queremos-tanto-a-Glenda-Julio-Cort%C3%A1zar.pdf
“La plapla” de María Elena Walsh.
Felipito Tacatún estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, escribía enruladas “emes”, orejudas “eles” y elegantísimas “zetas”.
De pronto vio algo muy raro sobre el papel.
–¿Qué es esto?, se preguntó Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos.
Una de las letras que había escrito se despatarraba toda y se ponía a caminar muy oronda por el cuaderno.
Felipito no lo podía creer, y sin embargo era cierto: la letra, como una araña de tinta, patinaba muy contenta por la página.
Felipito se puso otro par de anteojos para mirarla mejor.
Cuando la hubo mirado bien, cerró el cuaderno asustado y oyó una vocecita que decía:
–¡Ay!
Volvió a abrir el cuaderno valientemente y se puso otro par de anteojos y ya van tres.
Pegando la nariz al papel preguntó:
–¿Quién es usted señorita?
Y la letra caminadora contestó:
–Soy una Plapla.
–¿Una Plapla?, preguntó Felipito asustadísimo, ¿qué es eso?
–¿No acabo de decirte? Una Plapla soy yo.
–Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra llamada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno.
–Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla.
–¿Y qué hago con la Plapla?
–Mirarla.
–Sí, la estoy mirando pero… ¿y después?
–Después, nada.
Y la Plapla siguió patinando sobre el cuaderno mientras cantaba un vals con su voz chiquita y de tinta.
Al día siguiente, Felipito corrió a mostrarle el cuaderno a la maestra, gritando entusiasmado:
–¡Señorita, mire la Plapla, mire la Plapla!
La maestra creyó que Felipito se había vuelto loco.
Pero no.
Abrió el cuaderno, y allí estaba la Plapla bailando y patinando por la página y jugando a la rayuela con los renglones.
Como podrán imaginarse, la Plapla causó mucho revuelo en el colegio.
Ese día nadie estudió.
Todo el mundo, por riguroso turno, desde el portero hasta los nenes de primer grado, se dedicaron a contemplar a la Plapla.
Tan grande fue el bochinche y la falta de estudio, que desde ese día la Plapla no figura en el Abecedario.
Cada vez que un chico, por casualidad, igual que Felipito, escribe una Plapla cantante y patinadora la maestra la guarda en una cajita y cuida muy bien de que nadie se entere.
Qué le vamos a hacer, así es la vida.
Las letras no han sido hechas para bailar, sino para quedarse quietas una al lado de la otra, ¿no?
“La plapla” forma parte de “Cuentopos de Gulubú”.
Las ilustraciones 1 y 4 son de Jimena Tello y Paula de La Cruz.
jueves, 7 de mayo de 2020
Julio Cortázar- Historias de cronopios y famas
Hoy en nuestro estante colocamos fragmentos de la obra de Julio Cortázar, este genial escritor argentino, considerado uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del cuento, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal.
En este link lo encontrarás...
http://planlectura.educ.ar/wp-content/uploads/2016/01/Historias-de-cronopios-y-famas-fragmentos-Julio-Cort%C3%A1zar.pdf
miércoles, 6 de mayo de 2020
EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA.
Hoy ponemos en nuestro estante una obra que te va a encantar se llama EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA.
Lo podrás descargar en http://www3.gobiernodecanarias.org/medusa/edublogs/ceipmarpequena/files/2020/03/el-caballero-de-la-armadura-oxidada-robert-fisher.pdf
y si lo quisieras escuchar podes hacerlo a través de este link...
https://www.youtube.com/watch?v=W6904uRkNTA&t=117s
Disfrutalo...
Lo podrás descargar en http://www3.gobiernodecanarias.org/medusa/edublogs/ceipmarpequena/files/2020/03/el-caballero-de-la-armadura-oxidada-robert-fisher.pdf
y si lo quisieras escuchar podes hacerlo a través de este link...
https://www.youtube.com/watch?v=W6904uRkNTA&t=117s
Disfrutalo...
La Bruja Cereza es la más traviesa...
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
SE QUEDA EN LA CAMA
Y SE DESPEREZA.
VUELA POR EL CIELO
JUNTO CON SU ABUELO;
HACEN MIL PIRUETAS,
COMEN CARAMELO.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
SALTA POR EL PATIO,
CORRE POR LA PIEZA.
CON SU ESCOBA VIEJA,
TODA DESPAREJA,
DEL PISO Y LA ALFOMBRA
LA TIERRA DESPEJA.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
TERMINA UNA COSA
Y DESPUÉS LA EMPIEZA.
Y POR PURO JUEGO
ENCIENDE UN GRAN FUEGO;
LO APAGA PRIMERO
Y LO PRENDE LUEGO.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
POR SER LA MÁS BRUJA,
¡POR SER TAN CEREZA!
YA LEVANTA EL VUELO
Y ALLÁ, CON SU ABUELO,
SE VA POR EL AIRE,
SE VA POR EL CIELO.
Douglas Wright. Buenos Aires, Argentina
Dibujante, humorista y autor de historias, poesías y juegos para chicos.
ES LA MÁS TRAVIESA;
SE QUEDA EN LA CAMA
Y SE DESPEREZA.
VUELA POR EL CIELO
JUNTO CON SU ABUELO;
HACEN MIL PIRUETAS,
COMEN CARAMELO.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
SALTA POR EL PATIO,
CORRE POR LA PIEZA.
CON SU ESCOBA VIEJA,
TODA DESPAREJA,
DEL PISO Y LA ALFOMBRA
LA TIERRA DESPEJA.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
TERMINA UNA COSA
Y DESPUÉS LA EMPIEZA.
Y POR PURO JUEGO
ENCIENDE UN GRAN FUEGO;
LO APAGA PRIMERO
Y LO PRENDE LUEGO.
LA BRUJA CEREZA
ES LA MÁS TRAVIESA;
POR SER LA MÁS BRUJA,
¡POR SER TAN CEREZA!
YA LEVANTA EL VUELO
Y ALLÁ, CON SU ABUELO,
SE VA POR EL AIRE,
SE VA POR EL CIELO.
Douglas Wright. Buenos Aires, Argentina
Dibujante, humorista y autor de historias, poesías y juegos para chicos.
El Mago Ciruelo
EL MAGO CIRUELO
NUNCA TOCA EL SUELO,
IGUAL QUE SU PADRE,
IGUAL QUE SU ABUELO.
CUANDO CAE LA NOCHE
SALE CON SU COCHE
Y EN CINCO MINUTOS
ESTÁ EN BARILOCHE.
EL MAGO CIRUELO
SACA UN CARAMELO
QUE LLEVA EN LA MANGA
JUNTO A SU PAÑUELO.
ANDA EN EL JARDÍN
EN MONOPATÍN
CON PABLO, MARIANA,
JULIÁN Y MARTÍN.
EL MAGO CIRUELO
PESCA SIN ANZUELO;
NO PESCA EN EL AGUA:
ÉL PESCA EN EL SUELO.
CUANDO ESTÁ CANSADO
SE ACUESTA PARADO,
Y SI TIENE SUEÑO
DUERME DE COSTADO.
EL MAGO CIRUELO
NUNCA TOCA EL SUELO,
IGUAL QUE SU PADRE,
IGUAL QUE SU ABUELO.
EL MAGO CIRUELO
Douglas Wright ( texto e imagen)
NUNCA TOCA EL SUELO,
IGUAL QUE SU PADRE,
IGUAL QUE SU ABUELO.
CUANDO CAE LA NOCHE
SALE CON SU COCHE
Y EN CINCO MINUTOS
ESTÁ EN BARILOCHE.
EL MAGO CIRUELO
SACA UN CARAMELO
QUE LLEVA EN LA MANGA
JUNTO A SU PAÑUELO.
ANDA EN EL JARDÍN
EN MONOPATÍN
CON PABLO, MARIANA,
JULIÁN Y MARTÍN.
EL MAGO CIRUELO
PESCA SIN ANZUELO;
NO PESCA EN EL AGUA:
ÉL PESCA EN EL SUELO.
CUANDO ESTÁ CANSADO
SE ACUESTA PARADO,
Y SI TIENE SUEÑO
DUERME DE COSTADO.
EL MAGO CIRUELO
NUNCA TOCA EL SUELO,
IGUAL QUE SU PADRE,
IGUAL QUE SU ABUELO.
EL MAGO CIRUELO
Douglas Wright ( texto e imagen)
martes, 5 de mayo de 2020
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