lunes, 6 de julio de 2020

Diccionario de BUENAS PALABRAS: ALEGRÍA

TU ALEGRÍA PUEDE GANAR

La alegría es una sensación que va más allá de la risa, fruto de estar en paz con uno mismo y con el entorno. ¿Sabes cómo procurar que no falte en tu día a día?

La alegría es una de las emociones básicas del ser humano y, como tal, encierra en sí el impulso que nos lleva a la acción. La palabra deriva del latín alacer: alegre, vivaz, animado.
Es en un estado interno de bienestar y relajación donde aparece la alegría. Un estado de plenitud facilita una auténtica apertura, sabiendo que, pase lo que pase en la vida, siempre habrá cosas hermosas para sentir y aportar.
La alegría es una energía sana que nos impulsa y nos da vida.
Resulta fácil diferenciar entre estar alegre o quererse mostrar alegre. Hacerse el simpático es una actitud que puede o no funcionar en nuestro entorno; sin embargo, ser alegre requiere estar bien con uno mismo y transmitir esa satisfacción a los demás.
A veces sin darnos cuenta, nos contagiamos unos a otros y se tiende a dialogar desde la queja o la carencia, nos detenemos en las malas noticias y no vemos las cosas maravillosas que pasan a nuestro alrededor.

Cuando somos capaces de observar lo que no nos gusta y lo abrazamos desde el respeto y la dignidad, el bienestar se instala en nuestro interior.

TENER ACTITUD Y HUMOR

Sentir y contagiar alegría es un acto espontáneo pero querer conectar con la alegría es una decisión que requiere ponerse en disposición de reír y dejarse sorprender por algo agradable y divertido, por ejemplo un lunes.

Estar disponible significa estar abierto a lo que viene sin condiciones.

Eso implica aceptar cierto grado de incertidumbre vital y acompañarse con una buena dosis de confianza en que lo que está por venir puede ser bueno. ¡Claro que sí!

Estar en la vida significa no solo afrontar las dificultades y momentos complicados sino procurarnos cosas buenas y ponérnoslo un poco más fácil. Estamos aquí con todas las capacidades para vivir y disfrutar de las cosas sencillas del día a día.

No es necesario encontrar un momento oportuno y especial para reír o alegrarse. Uno puede practicar dando los buenos días a un vecino con una sonrisa. No se trata de forzar sino de tener la actitud de «estar en disposición de estar contento», algo que no se suele enseñar ni fomentar.

Cuando uno cultiva su bienestar con respeto y mimo resulta más fácil procurarse momentos agradables y fluir con la alegría. Mirar un paisaje, escuchar música, dar un paseo... pueden ser motivos de alegría si salimos de los automatismos inconscientes para estar en el aquí y el ahora. Alimentar la alegría requiere estar presente con lo que nos ocurre, abiertos a ello.


¿CÓMO NUTRIR LA ALEGRÍA?
Plantearse qué nos hace reír facilita la disponibilidad a la risa, que debería ser un objetivo vital.
Asumiendo responsabilidades podemos olvidar que nacimos espontáneos. Al evocar la infancia encontraremos recuerdos de un niño espontáneo y capaz de reír y sorprenderse.
Todos tenemos la capacidad de mirar el mundo con ojos nuevos y maravillarnos con lo que nos ocurre.
Podemos dar más oportunidades a la alegría frente a la seriedad, a la espontaneidad y la libertad frente a la norma y la disciplina, a la intuición frente al conocimiento, y a la tranquilidad y la calma frente a la rapidez y la urgencia.
Haz algo que te entusiasme; juega, baila, canta, salta... tomarse con humor a uno mismo es terapéutico.

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